Se trata de un documento notable que exhorta a recuperar el pasado de Los Angeles, a no perderle el respeto a nuestra historia, a no dejarnos arrastrar por la amnésica marea del crecimiento económico.
RECUPERAR LA HISTORIA DE LOS ANGELES
Dr. Fernando Robles Salgado, sociólogo
Sirvan como ilustración los acontecimientos siguientes. Dos terremotos devastadores han marcado notablemente la historia de Los Ángeles, el del 20 de febrero de 1835, y el del 21 y 22 de mayo de 1960. Que del segundo sepamos mucho y del primero demasiado poco, se pueden extraer dos consecuencias. Primero, que el interés por el pasado y la historia de nuestra ciudad y su entorno social es limitado o inexistente, y que la obra fundacional de Contreras Gómez, Pinto Rodríguez, Orellana, Leonardo León y sobre todo de Raúl Morris, al no formar parte de las obligaciones curriculares de las generaciones venideras, afronte el riesgo del olvido. Segundo, que como señalara Berman, en el afán de ser modernos, los angelinos encontremos aventuras, poder, alegría, crecimiento y que transformemos el mundo pero que también la modernidad destruya todo lo que tenemos, todo lo que sabemos, todo lo que somos y que como advirtiera Hegel, que la amenaza de destrucción de nuestros orígenes vaya socavando nuestras almas.
Si el libertador O’Higgins fue un prominente angelino, pero también su padre Ambrosio, mucho antes de ser Virrey del Perú, gracias a su visión de futuro y a sus geniales capacidades políticas y de negociación, forjó su merecido prestigio en la región del Alta Frontera, siendo el primero en comprender que sólo la paz con pehuenches y mapuches podía garantizar la prosperidad del territorio. Los Ángeles fue siempre una ciudad aindiada. Los angelinos auténticos somos todos mestizos. No obstante, parece que poco hemos aprendido de Ambrosio O’Higgins, el político más relevante de la Colonia.
Los Ángeles fue la frontera de Chile en el último siglo de la Colonia (en especial con el Gobernador Jáuregui), el más importante tanto por la inspiración ilustrada de la dinastía de Borbón que gobernó España, como por el quiebre del monopolio comercial con el imperio. Al sur del Bio Bio se articulaba un territorio autónomo mapuche-pehuenche, ante cuya complejidad política cualquier rencilla actual parecería un juego de niños.
Paradójicamente, el triunfo definitivo de los republicanos en 1818, tuvo consecuencias nefastas para Los Ángeles. Poco antes, el pueblo sirve de punto de aglutinación para los realistas que terminan huyendo, es asolado por el pillaje y la delincuencia, en 1820 el cacique Mañin incendia, saquea y destruye Los Ángeles hasta que al terremoto devastador de 1835, se suma la feroz hambruna de 1839. La ciudad en construcción se expande definitivamente desde 1835 con la fundación del Pueblo Nuevo, en torno a la actual Plaza Pinto. Con la fundación del Liceo de Hombres en 1869 y la llegada de los Padres Capuchinos en 1890, el desarrollo local se estabiliza, pero en medio de la precariedad de las viviendas y la pobreza generalizada.
En la actualidad, por un lado, el patrimonio arquitectónico de la ciudad que sobrevivió a los terremotos de 1936 y 1960, ha sido sustituido casi íntegramente por edificaciones funcionales, insípidas y hasta miserables en lo estético. Por otro lado, pareciera que aparejado al indiscutible crecimiento del comercio, la agricultura, la industria y el comercio, estamos empobreciendo paulatinamente y sin darnos cuenta en lo cultural pero también en lo espiritual, porque hemos perdido el respeto por nuestro propio pasado. Este garrafal error es un peligro para el futuro, porque privilegia lo efímero del presente omitiendo sus fundamentos y desconoce a las personas que forjaron lo que somos.
Necesitamos recuperar el pasado de nuestra ciudad. Necesitamos reconstruir la historia de las familias angelinas, de sus partidos políticos, de las casas, de las calles, de los barrios, de los segmentos sociales, de las costumbres, de la música.
Los angelinos tenemos que ser conservadores consecuentes haciendo del respeto por el pasado una realidad.
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